El fuego allanó mi camino. Primera parte
Organizar suministros de armas con los Lunáticos es un placer que felizmente le darías a tu peor enemigo, pero Augustus siempre se encargaba de ello. La idea de que Martin tuviera que hablar cara a cara con estos carroñeros le disgustaba.
Así es como los knechte llamaban a los Lunáticos - carroñeros o chacales. Uno de los ancianos le dijo a Augustus que, antes del Crossout, esos animales que se alimentaban de carroña, y nunca atacaban a los depredadores más fuertes, vivían en los desiertos. Una comparación apropiada para la banda de Pete, que por alguna razón se atreven a llamarse una “facción”.
De camino al campamento, Augustus trató de mantener los detalles de las negociaciones claros en su cabeza para contárselos a Martin, pero el duro día invadió obstinadamente su cabeza, y su garganta todavía ardía con un ligero olor a humo.
… El aire revoloteaba a su alrededor. Agustus vio a Pete sonriendo y trató de comprender: “Quemar el precioso combustible en feos braseros — ¿para qué? ¿Asustar? ¿Reforzarse a sí mismos?”
— Un arma digna para personas valientes, — dijo Pete, con fingida suavidad en su voz. — Échale un vistazo tú mismo.
El “Rupture” era realmente bueno. Al examinar el cuerpo bien alineado de la escopeta, Augustus intentó imaginar a un lunático capaz de construir eso. En su cabeza surgió la imagen de un viejo loco con la cara quemada.
El revólver, hecho para Augustus y hasta ahora sin nombre, estaba aparte. Esta aterradora arma se convertirá en un verdadero sorpresa para cualquier vehículo . El consejero pasó sus dedos por el metal, estudiando la áspera, pero uniforme soldadura.
— Un arma digna de verdad, Pete. Vamos a hablar del precio.
El dolor en su ojo plateado sacó al caballero del olvido. A la vez que cubría el dolorido órgano con la palma de la mano, Augustus miró hacía la carretera. En algún lugar, el destacamento ya debería haber visto las luces del campamento — blancas como las banderas de los caballeros.
Mientras aclaraba su garganta, Augustus buscaba el interruptor del transmisor:
— Desde aquí no veo las balizas de identificación. ¿Y qué hay de las colinas?
Se oyó un ruido en las comunicaciones y, un par de segundos después, el knechte respondió. Se movió a lo largo de un largo terraplén, proporcionando al destacamento una cobertura lateral.
— Nada hasta ahora, Augustus.
— Entendido, — el consejero parpadeó lentamente, mientras quitaba la palma de la mano del ojo. — Abajo. Desde aquí ya no podrán pillarnos por sorpresa.
Mientras enderezaba el volante, Augustus se levantó sobre el asiento, con la esperanza de poder ver al menos algo. El nuevo revólver medio desmontado yacía en el asiento trasero, y el caballero apenas tendría tiempo para instalarlo en el vehículo, si la situación se volviera crítica.
Tras pasar otro minuto, una cadena de luces blancas finalmente atravesó la oscuridad. Exhalando ligeramente, Augustus se dejó caer en su asiento.
Le estaban esperando.
Martin saludó en persona a los caballeros. Liberando a la gente, Augustus se dirigió hacía el líder en la parte más alejada del campamento. Aquí podrían revisar de nuevo las armas y discutir algunos asuntos.
Había algo extraño en las armas. A Augustus no se le escapó que Martin, mientras estudiaba las nuevas armas, se había sumido en una contemplación adormecida. El joven líder examinó en silencio la escopeta, asintió y estudió su diseño. El silencio, roto sólo por el crepitar de las llamas y las ráfagas de viento, cayó sobre los hombros de Augustus como una capa de plomo. El consejero se asomó al fuego — y de repente se quedó congelado, tratando en vano de alejar la imagen que había resurgido en su memoria.
Continuará…