Estrella guía: A dónde llevan todos los caminos (Novena parte)
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— Me duele mucho la cabeza, — pensó Foxy sin abrir los ojos.
Tratando de abrir sus pesados párpados, Foxy sintió un vendaje de tela sobre sus cejas, y la parte de atrás de su cabeza se sentía como una almohada cálida y húmeda. Bunny estaba acurrucado sobre su pecho.
— Así que aún estoy viva. Que vergüenza, — la exploradora intentó sonreír.
Alrededor de ella solo había paredes desnudas de puro metal pulido, pero incluso esto le pareció agradable. La habitación olía a aceite de motor y alcohol.
— Como en el garaje de los Ingenieros, — Foxy sonrió y se relajó.
A pesar de encontrarse hecha polvo, se sentía tranquila y descansada.
— Por ello dormir es tan útil.
En un instante, la sensación de calma fue reemplazada por miedo y pánico, cuando los “ojos” de los Ravagers aparecieron en la mente de la exploradora.
— ¡Ochre! — gritó Foxy e intentó levantarse de la cama. Su cuello y la parte de atrás de su cabeza parecían haber sido perforados con un cuchillo al rojo vivo. Foxy se derrumbó y gimió, apretando los dientes por el dolor. Oscuridad.
En otra ocasión, los ojos de Foxy se abrieron antes de que su mente pudiera pensar. El interior familiar una vez más le recordó la batalla con los robots y le causó ansiedad en lugar de calma. Pero esta sensación volvió al aparecer Ochre en la puerta.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó emocionada la Buscadora.
— No quiero decir que he estado mejor. Pero realmente lo he estado. Al mirar estas paredes, solo puedo asumir que ambas morimos, y ahora estamos en un paraíso de hierro.
— Aquel que pierde el optimismo siempre estará por delante de los demás, — sonrió Ochre. — Somos invitadas aquí, Fox. Y tendremos que irnos pronto.
— Es una pena que no pudiéramos conseguir las piezas de Ravager, — suspiró la exploradora.
— Al menos conseguimos salir de allí, — dijo Ochre, bajando la mirada.
Se hizo el silencio en la habitación.
— Veo que estás cómoda aquí, — de detrás de la Buscadora se oyó una voz ronca.
En la entrada de la habitación había una mujer alta vestida con una túnica bordada con motivos florales. Llevaba gafas de cristal en las que no dejaba de aparecer texto y hologramas, y en su cuerpo se veían placas de metal con líneas de neón iridiscentes.
— Los Ravagers te dieron una buena paliza. Agradece a nuestra gente el poder respirar, — dijo la mujer, acercándose a Foxy y mirándola a los ojos.
— ¿De verdad era tu gente? Eran mercenarios a los que enviaste a la muerte prometiendoles dinero, — dijo Ochre enfadada.
— Y me habían dicho que los Buscadores eran sabios… — la mujer sonó molesta. — No hay coacción aquí. Es simplemente un favor. Hacen buenas obras, salvan a otros. Y obtienen una recompensa por hacerlo. Y, por lo general, hacen estas cosas en detrimento propio.
— Allí mueren.
— Esto es la guerra. Y asumen el riesgo — el precio a pagar por hacer buenas obras.
Ochre no dijo nada, sino que le acarició el hombro a Foxy.
— Lo siento, necesitas descansar.
— Ya me siento genial. No te preocupes, — dijo la exploradora con entusiasmo, levantándose de la cama. — ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
— Solo dos días. Fue el coraje lo que te curó, Foxy. Y nuestras medicinas, — dijo la mujer de la túnica con una sonrisa arrogante. — Te estaré esperando en la sala de reuniones.
Ochre le echó una mano a Foxy y, sosteniéndola con cuidado por detrás de la espalda, la ayudó a levantarse.
— ¿Cómo logramos escapar? ¿El Sindicato? ¿A quién le tenemos que dar las gracias? — preguntó ansiosa la pelirroja.
— No queda nadie a quien agradecer, — dijo lentamente la Buscadora. — Fuimos rescatadas por los mercenarios que estaban llevando a cabo una misión para el Sindicato. Atrajeron el fuego enemigo, gracias a lo cual pude alejar el barco. Y luego me encontré con Nobuko y su escuadrón.
Foxy abrazó gentilmente a Ochre por los hombros y la agarró con fuerza.
— No eres culpable de sus muertes. Si te hubieras quedado, simplemente hubiéramos muerto.
— Lo sé, — dijo la mujer en voz baja. — Mi juramento se está convirtiendo en una maldición. Estoy cansada de ver morir a la gente ante mis ojos y no hacer nada…
— Estás haciendo mucho para salvarlos. Mucho más que los demás. Traes conocimiento y revelas la verdad a la gente. Nosotros nos encargaremos del resto. Lo prometo. Yo los vengaré.
La sala de conferencias del puesto avanzado del Sindicato era una gran sala revestida con paneles de metal pulido. En las paredes brillaban vallas publicitarias de neón con imágenes de dragones de colores arrojando llamas. Nobuko estaba sentada en una gran mesa rectangular. Ochre y Foxy estaban sentadas en el lado opuesto. La Buscadora estaba tomando notas en su cuaderno, y Foxy estudiaba los alrededores con interés.
— Entonces, ¿cuáles son vuestros planes? ¿Por qué viniste a luchar contra los Ravagers? — preguntó Ochre, llevándose un lápiz a la barbilla.
— Cualquier mal es más fácil de matar al principio. La gente acariciaba al gato y luego el tigre les mordía la mano. El Sindicato está interesado en el desarrollo, no en la muerte.
— Pero ¿por qué viniste al Valle para esto? — Foxy se unió a la conversación.
— Previsión. Esta es la diferencia entre vosotros y nosotros.
— Entonces, ¿por qué no unimos nuestras fuerzas? Juntos podremos encontrar rápidamente a Lloyd y destruirlo, — la exploradora empezó a impacientarse.
Nobuko miró a la chica a los ojos en silencio durante varios segundos y de repente, pero con gracia, se levantó de la silla y se acercó a la pared. La imagen del dragón en ella cambió a un mapa del Valle.
— No todo el mundo es tan valiente y fuerte como tú, mujer. El Dragón ya no coopera. Solo puedes obedecerle o apartarte de su camino. Las serpientes de hierro ya se han vuelto demasiado poderosas gracias a su hechicero. Pronto llegarán guerreros experimentados al Valle. Ayudarán al Dragón a cortar las cabezas de las serpientes y a cerrar la boca de su amo.
— Pero, ¿por qué nos ayudaste entonces? — Ochre se sorprendió sinceramente.
— El Sindicato respeta a quienes intentan mantener esta paz y no siembran la violencia. Conocemos a vuestra orden. Y estamos dispuestos a ayudar a quienes están en el camino correcto. Es por donde caminamos y quemaremos a todos los que se interpongan en nuestro camino.
— Entonces, ¿vais por vuestra cuenta? Algunos en el Valle te están imputando los pecados de los Ravagers, — advirtió la Buscadora.
— Es su derecho. Y es su problema si sus ojos están tan ciegos.
Solo ahora Nobuko se giró hacia las mujeres.
— ¿Por qué viniste a la Ciudad desierta? ¿Qué querías encontrar allí?
— ¡Aprender a luchar contra los robots! — intervino Foxy. — Para encontrar sus debilidades. Pero, como recordarás, apenas sobrevivimos.
— Finalmente, todos empiezan a comprender la amenaza que representan los Ravagers.
Nobuko volvió a mirar el mapa y lo apagó.
— Tu barco está abajo, — le dijo a Ochre. — Hemos terminado las reparaciones. Considera este el último acto de nuestra hospitalidad. Adios, Ochre. Y… Foxy.
Nobuko miró a las mujeres de forma despectiva y se fue.
— ¿Hospitalidad? — se sorprendió Foxy. — Ya se consideran maestros por aquí.
— Exactamente, — dijo Ochre con preocupación en su voz. — He notado, tras echar un vistazo a su mapa, que los Dragones tienen cada vez más bases nuevas en el Valle. Quieren ganar influencia y se esconden detrás de una lucha contra un enemigo común.
— ¿Por qué nos ayudaron realmente y han arreglado el barco? No me creo los cuentos sobre el “camino mutuo”.
— Maldita sea… ¡El nombre! — exclamó Ochre y se levantó de la silla confundida.
— ¿El nombre? — se sorprendió Foxy.
— No les dije tu nombre. Parece que piratearon mi ordenador y consiguieron acceder a los datos de la Orden. ¡La mataré! — Ochre se dirigió a la salida, pero Foxy la agarró con fuerza del brazo.
— Más bien, nos matarán. Tenemos que ir urgentemente junto a los Ingenieros, — dijo la exploradora con entusiasmo. — Los habitantes del Valle ya no pueden estar separados.